El hombre en la oscuridad

Está solo. Y desde el instante en que empieza a
respirar,
no está en ningún sitio. Muerte plural, nacida
en las mandíbulas de lo singular,
y la palabra que construiría un muro
a partir de la piedra más interna
de la vida.

Por cada cosa de la que habla
él no es,
y a pesar de sí mismo,
dice yo, como si también él empezara
a vivir en todos los otros
que no son. Pues la ciudad es monstruosa,
y su boca no experimenta
ninguna cuestión
que no devore la palabra
de uno mismo.

Por lo tanto, están los muchos,
y todas esas numerosas vidas
talladas en las piedras
de un muro,
y quien empiece a respirar
aprenderá que no hay dónde ir
excepto aquí.

Por lo tanto, él empieza de nuevo
como si fuera la última vez
que respirase.

Pues no hay más tiempo. Y es el final del tiempo
lo que empieza.

Paul Auster (1947)

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