Un jugo de fresas con yogurt y la última mirada de la mujer de los ojos de pescado

Me llamó de manera sorpresiva para contarme de un viaje que estaba por realizar, de un nuevo novio guapo y extranjero que se habia conseguido y de cosas súper interesantes que habían pasado en su vida estos últimos meses en los que no nos habíamos visto debido entre otras cosas a mi ingratitud y falta de interes en ella.
Tenía dudas, pero al notar lo entusiasmada que estaba por verme termine autoconvenciendome de que no la iba a pasar tan mal y que ,por el contrario, tal vez hasta podría divertirme un poco y olvidarme de la estresante semana de trabajo que había tenido en la agencia.

Al llegar al centro comercial donde habíamos planeado el dichoso encuentro la busque ansiosamente entre la gente. Aun guardaba de ella el recuerdo de sus faldas largas y sus carteras de telas coloridas, me encantaba su manera de vestir como si no le importara para nada que el resto del mundo la tildara de huachafa. Cuando al fin la pude encontrar vi que sus ojos de pescado estaban tan iguales o aún más hermosos de lo que podía recordar, vestia sobriamente un jean y una blusa, pero rapidamente note que algo habia cambiado en ella, algo que era muy dificil de no mirar. Estaba gorda, excesivamente gorda.
La vi con el celular en la mano a punto de llamar a alguien y admito que dude en acercarme o salir corriendo, pero entre la duda de irme o quedarme ella me clavo la mirada y la sonrisa, y yo ya no podia sino acercarme, un sábado por la noche, luego de muchos meses, nuevamente a los brazos de mi dulce ex.
Estábamos sentados uno frente al otro. Ella no me quitaba la mirada de encima y no dejaba de hablar de cosas "interesantes" que no sólo expresaba con palabras y frases de folletín sino con graciosos muecas que resaltaban aún más sus enormes ojos. Yo la escuchaba cuidadosamente tratando en todo momento de fingir el mayor interés en cada una de sus palabras. Mientras, por debajo de la mesa, mi mano derecha hacia maniobras casi circenses para sacar mi celular y fingir una llamada que me librara de aquella tormentosa escena, digna de una comedia romantica gringa, en la que se había convertido mi sábado por la noche, donde en una de las juguerías mas caras de Lima la mujer de los ojos de pescado tomaba un jugo de fresas con yogurt mientras trataba de captar todo mi interés y yo trataba por todos los medios posibles e imposibles de huir de su mirada.

En la juguería el tiempo paso de forma extraña. Recuerdo que encontramos mesa rápido a pesar de que el lugar suele estar repleto los fines de semana y uno tiene que hacer una cola de media hora para encontrar una mesa decente. Al sentarnos me miro nuevamente con esos ojos enormes y que nunca voy a olvidar, me tomo de la mano y me confeso lo mucho que me había extrañado.

Yo le sonreía hipócritamente. Hasta ese momento todo parecía estar bien, mejor dicho, dentro de lo que esperaba. Lo raro fue todo lo que paso luego. El viaje del que me había hablado no era en verdad un viaje sino un paseo a Huacho con su novio, y las cosas interesantes que tenía para contarme no eran mas que puras tonterías, pero eso si, bien adornaditas con palabras que las hacían sonar interesantes y hasta importantes.

Al final no pude con mi genio. Saque el celular y fingí la llamada. Imite sus muecas y sus gestos con las manos mientras hablaba con "mi amigo" quien me comentaba de la repentina fiesta de su primo a la que nadie del grupo iba a faltar. Luego me disculpe por no seguir con la "cita". Ella termino rápido el poco jugo que quedaba en su vaso y nos paramos para salir del lugar. Me sentia un capaso.

Ya afuera, me pregunto si podía prestarle mi celular. Yo se lo di inocentemente (cojudamente mejor dicho). La curiosa señorita reviso en mis narises las ultimas llamadas que habian entrado y se dio cuenta de mi hasta ese momento gran y perfecta coartada de huida. Solo atine a mirarla y juro por dios que trate de inventar una salida, una mentira salvadora que me hiciera quedar bien, pero no pude o tal vez lo que es peor, no quise.

Ella me devolvió el celular diciéndome que sólo quería saber de mi y que era un huevon, que ya nunca más me iba a buscar, y se marcho. Yo me quede plantado como un idiota sin saber que hacer, al cabo de unos minutos tome el rumbo contrario al de ella y camine a casa.

Ya en mi cuarto me recosté prometiéndome no volver a tratar de esa forma a ninguna ex por mas que ya no me importara en lo mas mínimo. Casi melancolicamente abrí la caja de cartón que tengo en mi cuarto, donde guardo fotos viejas y otros chucherías, y me puse a revisar las fotos que teníamos juntos. Paseos alocados, muecas en exposiciones de la universidad, fotos de ambos durmiendo. Sonreí.

En verdad habíamos tenido buenos momentos, pero la mujer de los ojos de pescado ya no era la mujer de los ojos de pescado y no era la gordura la que la había cambiado, ni el tiempo, ni nada. Nunca mas volveríamos a ser lo que una ves fuimos, ella ya tenia otra historia y yo todavía buscaba la mia. Tal ves eso me llevó a tratarla como la trate. Quizás por eso la tilde de gorda cuando en verdad sólo pesa 52 kilos y se ve, para la mayoría de mis amigos, mas linda y mejor que nunca. Definitivamente mucho mejor que cuando estaba conmigo.
Esa fue la ultima ves que volví a ver los hermoso ojos de la mujer anfibia, quien a pesar de todo siempre tendrá un lugar, pequeño, pero importante, en mi caja de carton la cual además de sus fotos contiene ahora el sorbete del ultimo jugo de fresas con yogurt que le vi tomar a mi lado.

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