Media Verónica

No entiendo a Verónica. Es linda y me quiere, siempre me dice que me quiere, es mi Verónica flaco, tu lo sabes,pero no la entiendo cuando me habla de darnos un tiempo - me dijo Javier - sosteniendo su chela y mirando de rato en rato el viejo reloj del bar donde la noche y sus problemas de falda nos habían llevado. Javier había tenido una relación de casi un año con Verónica, la prima de mi ex, y siempre que tenía algún problema con ella recurría a mi, a mis sabias palabras según el, comentario que supongo oculta la sutil y enmascarada verdad de mi compañía: la de tener a su lado un buen amigo con el cual empinar el codo.

Verónica me ha pedido un tiempo para pensar acerca de la relación, dice que tiene muchas cosas en la cabeza y que tiene que ordenar sus prioridades. ¿Qué opinas? - me dijo - con un rostro que pedía a gritos un respuesta de aliento. Ya se imaginaran que lo que se me pasaba por la cabeza era la más cruel de las verdades, que la chica esta, no quería tener nada con el y no sabía como sacárselo de encima. Por supuesto, jamás se le puede decir algo así a un amigo.

Tal vez necesita un tiempo y tu también para ordenarte y ver que quieres, le dije, con tibia seguridad. No lo creo, para mi que hay otra persona, un huevon, cuando una flaca te pide tiempo es porque hay alguien mas.

Personalmente no entendía porque tanto alboroto. Javier es cinco años mayor que ella, vive solo, gana bien, vive tranquilo, es un tipo leído. Verónica por el contrario vive en casa de sus padres, estudia arte y trabajar es algo que ligeramente se le ha pasado por la cabeza alguna ves. Ninguna en la que yo haya estado presente lamentablemente. Un mal partido como dirían mis amigos, pero buena gente.

Con la noche un poco más avanzada y el dinero cada vez más escaso decidimos salir e irnos a comer algo por ahí. Caminábamos de lo mas normal cuando de pronto vimos a Verónica saliendo de una discoteca, estaba lejos, pero se podía ver que estaba excesivamente arreglada y sola.

No podía estar sola. Verónica nunca salía sola de noche, así que nos detuvimos para ver quien salía tras ella. Aquel pequeño instante en el que Javier y yo permanecimos desde lejos vigilando ,como dos remedos de detectives, pareció eterno. De pronto vimos a dos amigas nuestras salir de la misma discoteca y reunirse con ella.

Ya ves, no pasa nada, ahí esta con Cecilia y Lucia, Verónica te quiere Javo, no lo dudes, ya vamos a comer, déjala que se despeje y ya mañana la llamas y veras que todo es cuestión de tiempo como dijo ella, eso del otro pata quítatelo de la cabeza, Verónica no es de esas.

Y es verdad, a pesar que Verónica no era de mi total agrado por su chabacana forma de ser en algunas ocasiones, se le veía una chica buena, de esas en las que uno puede confiar a ciegas.
Luego de aquel repentino encuentro fuimos a comer mucho más tranquilos. A Javier la chela se le había subido con el aire de la calle y tenía miedo que se me quedara dormido en plena avenida y de madrugada. En el camino se me ocurrió pasar por un cigarro así que desviamos un poco el paso ante las quejas de Javier a quien la tensión y la chela le habían hecho un agujero en el estomago que solo podía ser cubierto con una grasosa hamburguesa.

Caminando rumbo a la tienda comencé a pensar en esa extraña forma que tenemos a veces los hombres de lidiar con nuestros problemas. Siempre recurrimos a nuestros mejores amigos en busca de unas chelas y si la noche es generosa en busca de alguna mujer que nos haga las veces de paño de lágrima y nos permita creer que somos las victimas que quisiéramos ser. Por el contrario las mujeres prefieren hablar entre ellas, soltar algunas lisuras, salir a divertirse sanamente, son mucho más maduras pensé, tal ves por una cuestión de evolución y de carácter.

Al llegar a la tienda del grifo tuve que sostener a Javier y dejarlo a un lado de la caja registradora para que no se cayera al suelo. Mientras la chica volvía con mi vuelto me quede observando la ventana, hundido aún en mis pensamientos de borracho, cuando vi llegar una camioneta a excesiva velocidad y con la música a todo volumen, una cumbia horrible para variar.

Ante semejante alboroto y exhibicionismo no pude sino mirar a quienes iban dentro de la camioneta. A pesar de mi borrachera pude reconocer a Cecilia y Verónica adentro. Rápidamente pensé en Javier, estaba entretenido con la televisión y no se había dado cuenta de nada, camine apresuradamente para distraerlo y evitar que viera a Verónica, su Verónica, con otro tipo.
Justo un segundo antes de llegar a el para tratar de impedir el desastre, voltio la cabeza y vio hacía la ventana de la tienda en dirección a la camioneta, luego me miró y yo sólo atine a tocarle fuertemente el hombro.
Me dolía como si hubiera sido a mi al que le hubieran puesto los cuernos de manera tan descarada y sin el más mínimo remordimiento. Pensé en lo bueno que Javier había sido con ella y en lo mal que ella le estaba pagando y no atine a decir nada más de lo que se suele decir siempre en esas ocasiones: Deja Javo, que se vaya a la mierda, le dije, mirándolo fijamente, viéndome reflejado en el.
Javier me devolvió la mirada un poco desconcertado y se recostó en mi hombro profundamente borracho. Sí, - me dijo balbuceando - que se vaya a la mierda ese huevon, con esa música pacharaca. Luego se levanto despacio de mi hombro y siguió mirando la tele un rato más sin haberse dado cuenta de nada, mientras la camioneta se alejaba y Verónica seguía siendo, por una noche más, su Verónica.

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