La primera Susana

Siempre estuve enamorado de Susana, de su cabello esponjoso, su olor a flores antiguas y sus vestiditos siempre limpiecitos y elegantes. Tenia la piel tostada y unos ojos enormes que parecían los de un dibujo animado. Cuando caminaba por el colegio todos la observaban hipnotizados, pero ella jamas devolvía ninguna de las complacientes miradas.
En los pasillos y los baños se rumoreaba que no hablaba con nadie, pero eso a mi no me importaba, estaba enamorado de ella aún cuando sabia que tenia novio y era, demás decirlo, completamente inalcanzable.

Fuimos juntos al mismo colegio por años, pero nunca me anime a hablarle, no se si por miedo al enamorado que tenia, un negro de segundo año que fumaba siempre antes de entrar al colegio, o a que sabía de antemano que al primer indicio amoroso que diera hacia ella recibiría un contundente rechazo.

Susana y yo no nos hablabamos, y tal vez no nos hubiéramos hablado nunca sino fuera porque un día, por esas cosas del destino, olvidó su cuaderno dentro del salón de clase y yo con la solidaridad propia de un idiota enamorado le pedí a la maestra llevárselo personalmente a su casa.

Recuerdo claramente que salí del colegio con una sonrisa que no concordaba mucho con el miedo que sentía en el estomago al imaginarmele frente a frente con mi cara de cojudo.
¿Qué le diría?, ¿Y si me quedaba mudo? ¿ y se reía de mi? las ideas pasaban por mi cabeza y cada una se presentaba mucho mas vergonzosa que la anterior, pero estaba decidido iría a su casa le daría su cuaderno y mi corazón.

La casa de Susana quedaba en una pequeña quinta cerca del centro de Lima tenía un pequeño jardín en la entrada y desde lejos se podía ver sobre ella los cimientos de un segundo piso que nunca se construyo. A mi me pareció extraño que viviera en esa parte de Lima cuando todos en el colegio imaginabamos que vivía en una castillo o en una mansión lujosa y casi de otro país, pero no importaba el lugar, me dije a mi mismo, algunas de las rosas mas hermosas del mundo nacen en los territorios mas feos y hostiles.

La madre de Susana era costurera y llegaba a casa usualmente pasada las 9 de la noche, era madre soltera, lo cual la hizo merecedora de muy mala fama dentro del barrio, cosa que a ella no le importaba, pero a Susana si, y cada ves que podía no perdía la oportunidad de dejar el nombre de su madre bien en alto y decir que no era, para nada, una puta.

Es por eso que durante las tardes Susana se quedaba sola en su casa lo cual hacia un poco mas fácil mi misión. Era solo cuestión de ir y decirle: Hola Susana soy Ivan y pues encontré tu cuaderno, lo dejaste en el cole. Luego de seguro ella sonreiría y me dejaría pasar y bueno sería el inicio de una hermosa historia de amor, nuestra historia de amor. Claro esta de mas decir que aquello no pasaría jamas, a menos que tuviera poderes mentales los cuales como había descubierto años antes, pues, no poseía.

Pase mucho tiempo en un pequeño parque que quedaba al frente de la casa de Susana, no me animaba a tocar la puerta, estaba muy nervioso, las piernas me templaban, las manos me sudaban, estaba hecho un completo desastre, de pronto me di cuenta que se estaba haciendo de noche y tenia que volver a casa. Di un paso al frente y luego de armarme de todo el valor posible me acerque a la puerta.

Susana me abrió rápidamente, pero no era Susana. La niña que vi estaba toda despeinada, con un liga en la cabeza, vestía un polo blanco largo y unas sandalias que dejaban ver unos pies completamente estropeados. No podía ser la princesa de la cual estaba enamorado. Susana me miro desconcertada, tal ves ni siquiera sabia que estaba en su mismo colegio o tal vez sentía miedo de sentirse descubierta. Al mirarla supe que no había por que estar nervioso y en ese momento las palabras salieron solas: toma, es tu cuaderno, nos vemos. Y me fui.

Fue la primera decepción de mi vida, la primera Susana de muchas que llegarían después y que me cautivarian hasta la locura para tarde o temprano abrirme la puerta que me bajaria de nuevo a tierra.

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