La chica de al lado


Pienso en Alicia todos los dias. En sus chistes malos y su carita de yo no fui, en sus brazos anchos y completamente desproporcionados del resto de su cuerpo y también pienso, de ves en cuando, en los ocho meses que pasamos juntos de arriba a abajo tomados de la mano como dos mongos.

Todos los días solía cruzar la reja que separa nuestros barrios para ir a verla y disfrutar de su compañía y de sus historias simples que ella volvía maravillosas epopeyas para luego invitarme a entrar a su casa y disfrutar del buen trato que me brindaban su madre y sus dos pequeñas hermanas quienes de rato en rato nos espiaban desde la cocina seguramente con la ilusión de ver algún beso como los de las películas para grandes que siempre estaban prohibidas de mirar en la tele.

Lo raro de nuestra relación fue que siempre nos proyectabamos estando con otras personas y viendo la manera de visitarnos sin que nuestros novios o novias de turno se dieran cuenta, por supuesto, como supondrán, siempre fuimos mas amigos que enamorados, siempre fuimos mas confidentes que amantes.

Un día nos encontramos en el centro comercial, ella estaba toda risueña y yo la abrace y le dije que la quería mucho, pero que eramos mejores como amigos, que lo correcto sería terminar con la etiqueta de enamorados y salir con otras personas, lo cual como era obvio fue algo verdaderamente inesperado para ella, pero que tomo bien y maduramente insultandome un poco y arrojandome la gaseosa que tenía en la mano.

Como toda ruptura tuvo que pasar algún tiempo para que sanaran las heridas. Si bien es cierto nunca nos amamos, nos habíamos acostumbrado el uno al otro y eso de una u otra forma hacía difícil romper el lazo.

Por si fuera poco el vivir cerca hacía que tengamos que vernos, así que luego de algunas semanas (semanas en las cuales ambos nos habíamos esquivado) nos topamos en el paradero. Yo salía todo arreglado pues iba al encuentro de una chica que me había vuelto loco, y ella regresaba de comprar con sus padres, bien vestida y linda como siempre.

Como era de esperar sus padres me fulminaron con la mirada y ella solo atino a verme y mover la cabeza con un gesto de cortesía, por que eso si, Alicia podrá perder todo en esta vida, menos la cortesía.

Nos desconectamos un tiempo, ella viajo a Santiago yo me quede aquí a sufrir por la chica que me había vuelto loco. Aveces pensaba en ella, en el daño que le había hecho al terminar la relación de forma tan abrupta. Pensaba en que tal vez le había hecho perder totalmente la confianza en el genero masculino, temblaba al imaginar que nunca más sabría de ella y que me odiaría por siempre.

El tiempo paso, y un día no recuerdo con que motivo luego de algunos años nos volvimos a frecuentar y conversamos acerca de nuestras vidas en caminatas que fueron religiosas por varios días.

Ella me dijo que terminar había sido la mejor decisión que había podido tomar, yo acenti con la cabeza, agradecido, como si me hubiera quitado un peso de encima. Me dijo que había conocido chicos estupendos en su viaje a Santiago y que en verdad nunca pensó experimentar con gente tan loca y divertida, lo curioso fue que mientras más hablaba ella más pequeño y diminuto me sentía yo, con cada anécdota que ella narraba dentro de mi iba creciendo la mas vil de las envideas por no haber sido yo el que viviera todo eso con ella. Viajes, locuras, aventuras algunas casi irrepetibles y pues termine por darme cuenta de la chica hermosa y linda que había perdido porque por esas cosas del corazón nunca había podido querer del todo.

Pero a pesar de eso nunca se me paso por la cabeza volver a intentar algo con ella, sentía que había ganado algo mucho más preciado y difícil de encontrar. Había ganado una chica que me conocía y me aceptaba así con todos mis defectos como su amigo y confidente.

Ahora, y a pesar de haber tenido otras relaciones luego, siempre nos encontramos en la puerta de su casa, cruzando la reja. Ya no suelo entrar a ver a sus hermanas, pero su madre siempre me saluda con una sonrisa que yo interpreto como sincera y me siento bien, me siento bien de tener a mí Alicia para mí y robarle de ves en cuando uno que otro beso en la mejilla mientras la miro con ternura y ella me recuerda con una sonrisa que jamas regresara conmigo.

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