El Parque

Mi barrio, el barrio donde me crié, no era un barrio lujoso como los que solíamos ver mis amigos y yo en las series de televisión. No tenía vigilantes que cuidaran las casas ni parques verdes y bien arreglados. Tampoco tenía autos de lujo en las aceras ni fiestas elegantes los fines de semana. Mi barrio tenía apenas un solo parque, decir que era verde es una generosidad de mi parte, pero su color se le acercaba bastante y era nuestro, todo nuestro, sobre todo.
Estaba circundado por algunos edificios sin pintar desde los cuales las familias, incluyendo la mía, miraban a las otras ir y venir para averiguar un poco sus vidas y miserias. Nuestro parque tenía las bancas de cemento, no de madera como suelen ser ahora, y estaban colocadas a poca distancia una de la otra preparadas para dar descanso a los que por la noche se sentaran en ellas a mirar las estrellas y jugar a las escondidas. Fue en ese parque donde aprendí a montar bicicleta, donde metí mi primer gol, donde dí mi primer beso, donde me esperaba mi abuela siempre linda para jalarme de las patillas cuando llegaba tarde de alguna de mis aventuras infantiles, donde nunca...

Siempre recuerdo mi viejo barrio, pero ahora lo recuerdo más que nunca porque me acabo de enterar que van a demolerlo para hacer uno nuevo con juegos y columpios como los de las zonas bonitas de Lima.

Fue Pilon quien me lo dijo. Me mando un mensaje al celular esta mañana: Flaco no sabes, se tumban el parque, los muchachos nos vamos a reunir vente si puedes, ay que despedirlo.

Pilón fue mi primer mejor amigo. Solíamos pasar horas conversando de cualquier cosa y jugando desde que eramos niños, entre ambos planeabamos las bromas más pesadas y las travesuras más recordadas por todos los que formaron parte de nuestra pequeña y fraternal pandilla. El camino nos separo un poco, pero siempre solemos estar en contacto uno con el otro para saber que es de nuestras vidas, el metido en la administración de un supermercado y yo en la agencia de marketing donde digo trabajar.

Llegue en la noche, saliendo del trabajo. En el parque estaban Pilón, Manuelito y el chato Erick (en todo barrio hay un "chato x"). Manuelito seguía igual de pelucon, con un arete medio raro en la oreja y el chato, pues el chato, seguía siendo el chato, siempre con una mirada extraña como estudiandote y buscando el momento preciso para chaparte de punto y ponerte un apodo, que si las habre gozado yo.
Nos juntamos y nos sentamos por ultima ves en las bancas, compartimos un vino, recordamos viejos tiempos, reímos y fuimos felices como siempre lo fuimos sentados en el viejo parque.

Yo quiero que mis hijos vivan en un barrio como este, dijo Pilón medio picado. Aquí hicimos tantas huevadas. ¿Recuerdas cuando le robaste la billetera al policia que cuidaba la casa de la señora Perez? o cuando mojaste de un globaso a Roxana cuando ya era de noche y salia toda cambiadita a una fiesta. Sí, Pilon había sido el más pendejo. Fue como un maestro para mi.
El chato que estaba con la botella sirviendo los vasos solo hasta la mitad miro al cielo y dijo: hicimos tantas huevadas, en especial tu Pilon, como esa ves que te agarraste a la enamorada del flaco te acuerdas. ¿A la enamorada del flaco?.

Un silencio se apodero de la conversación y todos parecían reacios a tomar de nuevo la palabra, el silencio duro poco, pero como todo silencio, pareció eterno. Huevon ¿te agarraste a Mayra?, puta fue hace años ya ni me acuerdo, respondió Pilón. Puta huon yo me moría por esa cojuda y tu todavía me dabas consejos de como acercarmele ¡y te la agarraste!. Flaco, ya fue, eramos chibolos, dice Manuelito, pero yo estaba empinchado, tenía que estar empinchado. Como era posible que mi mejor amigo me hubiera hecho eso. Solo había una salida

Parate huon, le dije con toda la seriedad que el momento requería. ¿Estas loco?, flaco calmate. Parate carajo. Ambos nos pusimos de pie y Manuelito y el chato la hicieron de referís. Ahora me las voy a cobrar todas huevon, le dije. Pilón solo atinaba a mirarme desconcertado.
Nos dimos de alma. Un puñetaso en la cara, un codazo en el pecho, golpes esquivados, jaloneos y remedos de patadas. Al final caí al suelo hecho un saco de papas. Pilón me miro, aún limpiandose la sangre del labio, y me dio la mano para levantarme. Nos sentamos en la banca, muertos de cansancio y de sed, el con el labio reventado y yo con el ojo morado y el estomago hecho trisas.

Manuelito le presto un pañuelo a Pilón y yo me recoste a descansar sobre el maletín que el chato había traído de su trabajo. No puedo creer que se hayan peleado por la tarada de Mayra, más aún cuando fue hace años que paso todo, dijo el chato.

No fue por Mayra, dijo, mirándome de reojo con una sonrisa que fue la primera que yo conoci en un amigo, sino era por Mayra era por cualquier otra cosa. Manuelito y el chato se sorprendieron y voltearon a mirarme rápidamente, yo con un solo ojo sólo atine a mover la cabeza y reírme. ¿Saben que Pilón y yo fuimos los únicos que nunca se pelearon en este parque? les dije y me volví a recostar, con la luz cayéndome desde los postes, mirando como un tuerto si alguien espiaba desde el alto de los edificios nuestra ultima chibolada en el viejo parque.

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